Me regalas tu sonrisa en la
mañana, con tu cuerpo caliente aún de la noche y tu carita marcada por los
pliegues de la sábana.
Tomas el colacao tibio mientras ves los dibujos y yo te
miro como si te descubriera por primera vez, sin saber como ha volado el tiempo
tan deprisa y cuándo has dejado de ser mi bebé...

No puedo ser tan egoísta de interrumpir ni
uno de tus pasos. Tan solo tener siempre mi pecho dispuesto para que
encuentres en él refugio y consuelo.
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